CHICFRIK
El Chick Lit, que viene del argot americano Chick (chica) Lit (literatura) hace referencia a un género que muestra las situaciones y controversias con las que debe lidiar la mujer actual y que incide en temas como el amor, las carreras profesionales y relaciones laborales, los problemas familiares y los problemas de género en su sentido más amplio.
Este término fue usado por primera vez por Cris Mazza y Jeffrey DeShell en la antología Chick Lit: Ficción Postfeminista (1995), y con él se pretendía dejar de considerar representar a la mujer siempre bajo el criterio masculino y mostrarla más independiente y segura de ella misma.
Las protagonistas de las antiguas novelas románticas eran mujeres calladas y humildes que a menudo comprobaban que tomar iniciativas acababa por meterlas en algún lío del que tenían que ser rescatadas por un hombre que era, a fin de cuentas, quien tenía sentido común. Es también él el que conseguía convertirlas en mujeres felices y realizadas a base de gastar sus días complaciéndole y criando a sus vástagos.
Sin embargo las protagonistas del Chick Lit son independientes, trabajadoras, glamurosas y solteras. Cada día se las ven con el estrés que surge de tratar de conciliar la vida laboral con la personal y con la búsqueda del hombre perfecto. La diferencia entre los dos tipos de heroínas es que las chicas Chick Lit, aunque siguen deseosas de encontrara al amor de su vida, no se someten al los designios de los hombres y pelean por ser tal como son.
Otra característica del Chick Lit es que las mujeres no suelen encajar en el ideal de belleza que nos vende el Vogue, pero a pesar de que se intenta romper con esa imagen de mujer perfecta los hándicaps que tienen las protagonistas no suelen ir más allá de algunos kilos de más, un jefe que la explota -pero que está muy bueno y que al final resulta que la hacía trabajar horas extra para pasar más tiempo con ella- o dinero insuficiente para comprar zapatos y bolsos, algún drama familiar que se solventará al final de la historia… Nada que no se pueda remediar con algo de régimen, una promoción laboral, una mejor amiga que echa una mano o, de nuevo, un hombre que, aceptando a la chica como es y sin imponer su criterio, acaba salvándola.
Pero ¿qué pasa cuando los estándares aceptables sobre la condición femenina se ven sobrepasados? ¿Puede una mujer alopécica ser la chica de la película? ¿Puede conquistar al hombre la protagonista de una novela que tiene obesidad mórbida? Y no me referimos al amigo miope del chico guapo, sino al tío más bueno de la fiesta. Las chicas con pelos en las piernas, las tuertas, las bipolares, las deprimidas, las que no quieren hijos, las que mandan en la empresa, las ambiciosas, las viejas, las promíscuas ¿Acaso temas cómo el amor, el trabajo o los problemas familiares no preocupan a las chicas con granos en la cara o a las que en lugar de ser Relaciones Públicas de una marca de cosmética son dependientas en la pescadería de un supermercado?
Ser mujer siempre ha llevado implícito una serie de condiciones arbitrarias, injustas. Hay que ser agradable físicamente, pero es que cada una nacemos como nacemos; hay que ir depilada, pero cuando el punto negro asoma o hay cera ni máquina que lo arranque; hay que ser joven, pero es que envejecer es algo que a día de hoy no se puede evitar; hay que ser simpática, o eres una mal follada; hay que tener buen carácter o eres una histérica. Hay que….
Pues no. Hay historias con protagonistas tienen todas las cualidades para no serlo. Las buscaremos. Las enseñaremos. Las Chicfrik: las feas, raras y malas de este mundo.